Creo que he encontrado la solución para el problemilla del TFM de 70 páginas. Vale, lo creo a ratos, porque hay momentos en los que me parece una idea mediocre y otros en los que directamente me resulta una pésima idea, falta de originalidad y previsible. Pero eso, me temo, se debe a mis inseguridades, que, como es habitual, atacan a la menor de cambio. Por suerte, ya estoy acostumbrada y he aprendido a ignorarlas -la mayor parte del tiempo, al menos-.
Bien, la idea en cuestión consiste en olvidar la opción de un único relato de 70 páginas y centrarme en los relatos cortos, pero, bastante cortos, de entre 3 y 5 páginas. Y es que, un único texto de 70 páginas, como expliqué en el primer post sobre el tema, se sitúa en la delicada línea entre el relato largo y la novela breve, en la que una única trama con una subtrama sencilla, sin demasiados personajes ni demasiada evolución, es la única solución viable. Es decir, es demasiado breve para poder incluir las formalidades propias de una novela, pero, al mismo tiempo, es demasiado largo para que no sea aburrido con tan pocos personajes y tramas.
¿Y por qué mi solución de los relatos de entre 3 y 5 páginas? Bueno, eso nos lleva a unos 18 relatos, aproximadamente, quizás alguno más o alguno menos, según las distintas extensiones, que esto no es una ciencia exacta y menos a estas alturas de la jugada. Bien, definido esto, va la cuestión del tipo de relato: Van a ser cuentos de hadas. O, mejor, llamémoslos cuentos maravillosos, por aquello de que no necesariamente aparecen hadas en los cuentos de hadas.
A lo que me refiero es a que quiero jugar con el formato cuento de hadas y todas las convenciones que le son propias, desde las fórmulas de inicio y cierre a los personajes humildes o el espacio mítico, pasando por la magia y los seres maravillosos. El pack completo, vamos. Pero, además, quiero hacer algo así como un metacuento, es decir, un cuento que enmarque los cuentos y que el argumento de ese metacuento esté conformado por los cuentos que contiene. Supongo que Las mil y una noches y Sherezade es precisamente eso, un cuento, el de Sherezade, que contiene mogollón de cuentos. También el Asno de Oro es algo similar, aunque más en formato novela. En cualquier caso, no estoy inventado la pólvora.
Y el tema de mi cuento de cuentos sería, precisamente, los cuentos de hadas. Le he dado ya tantas vueltas a la cabeza que no sé si la idea es original, vulgar o sencillamente neutra, ni buena, ni mala, solo válida. Un escritor muy reconocido me dijo una vez que en literatura lo importante no era el qué sino el cómo, pues poco importa que un centenar de escritores hayan elegido hablar del mismo tema, la clave es que ninguno lo hará igual y el oficio, aquí, consiste en hacerlo mejor o de forma más atractiva o interesante que los demás.
Finjamos que el hombre tenía razón.
Finjamos también que yo soy capaz de hacerlo atractivo, interesante y único, a pesar de la falta de originalidad.
Acordado lo anterior, justifico la elección diciendo que los cuentos de hadas son mi obsesión del momento -porque como buen cerebro autista, el mío funciona a base de obsesiones, perdón, digo, intereses especiales-. Y digo más, no es la primera vez que me obsesionan, qué va. Así que el tema y formato, para qué nos vamos a engañar, me interesan, lo que le da un plus al trabajo y aumenta mis posibilidades de éxito.
Pero es que, además, me gusta la idea de poder plantearlo como un proyecto a largo plazo, pues, aunque la historia contenedora tenga, como es lógico, planteamiento, desarrollo y desenlace, los cuentos que incluye pueden ampliarse. Y no solo eso, digo más, pueden crearse hasta continuaciones de la historia contenedora, que incluya más partes. Así que, no solo puedo contemplarlo como proyecto a largo plazo, sino infinito (insertar aquí risa maléfica, como esta, por ejemplo).
Y digo más (agarradme el cubata, que me vengo arriba): Puedo transformarlo en un proyecto digital multimedia que contenga los cuentos, su versión en audiolibro (obviamente narrado por mí, no digáis que no os he advertido del subidón) y hasta buscar una ilustradora (vale, o ilustrador, no me entretengáis en detalles) para los cuentos y hacer ediciones impresas, ilustradas, de esas megachulas. Puede que en forma de proyecto autofinanciado a base de mecenazgos o puede que vía editorial (detalles, detalles…). Y hasta merchandising me imagino yo…
Así que… Esa es la idea, básicamente.
¡Ah, se me olvidaba un detalle! He dicho cuentos de hadas, o cuentos maravillosos, y , por algún motivo eso se asocia a infancia. Pero los cuentos de hadas nunca fueron infantiles hasta que los intelectuales les metieron mano en torno a finales de XVIII y principios del XIX y, peor, después, cuando llegó Disney. Así que, por favor, interpretemos cuento de hadas con literalidad académica, lo que implica, para adultos.
Y bien, qué os parece la idea.





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