Salud, es lo primero que me ha venido a la mente. Y es posible que sea una de las cosas más importantes, sí, porque sin salud todo lo demás se complica. Pero enseguida he pensado que, en realidad, se puede tener una buena vida a pesar de que la salud sea precaria, aunque, claro, todo depende de qué entendemos por bueno… Mejor aún, qué entendemos por Bien y eso me lleva a Aristóteles y a otro de mis blogs.
Para hacerlo corto, decía el discípulo de Platón, que el Bien es un fin, es decir, una finalidad, y, por lo tanto, lo bueno, es aquello que tiende al bien. Pero, claro, no hablamos de una finalidad abstracta, como Platón y su idea de Bien, sino concreta, puesto que, además, si es una finalidad, es el resultado de una acción. Así, la finalidad de un panadero es hacer el mejor pan posible, y eso es el bien para él. La de una escritora, crear la mejor historia posible, y eso es el bien para ella. Y así sigue la cosa, pero ¿y la finalidad de la vida? Porque, pensado de este modo, para saber qué es una buena vida, debemos conocer su finalidad.
Pero, de nuevo, hay que pensar en acciones. La finalidad es el porqué y el para qué, pero, por favor, tengamos en cuenta que el fin último es la perfección, es decir, lo que ocurre cuando la acción está completa, es decir, terminada. Y a nosotros nos atañe el proceso, es decir, la vida mientras esta dura. Y esa idea, por más griega que sea, es muy zen, muy japonesa. Porque nos insta a centrarnos en el desarrollo de la acción y no en el resultado, por más que las llevemos a cabo para obtener un resultado concreto.
En este punto Aristóteles se embarca en el estudio de la virtud, que pienso que en su momento era un estudio del proceso, ese «la importancia está en disfrutar del viaje y no en llegar a la meta», pero que ha sito harto pervertido por los siglos y los estudiosos interesados. Al final, lo que decía el filósofo de Estagira ser resume muy bien en aquella frase de que la virtud está en el término medio.
El mayor de los bienes, y, por lo tanto, la finalidad del ser humano -el sentido de la vida- es para Aristóteles la Felicidad, eudaimonia, pues, dice el filósofo es el fin último de la vida, lo que todos queremos, a lo que todos aspiramos, por sí mismo y no por nada y, por ella, deberíamos regir, pues, nuestras acciones. Es decir, todo aquello que hacemos, todas nuestras acciones, las llevamos a cabo porque creemos que nos harán felices, que nos acercarán a la felicidad, pero la felicidad no la queremos para conseguir ninguna cosa más que ella misma.
En conclusión, que para tener una buena vida, según Aristóteles -y según una servidora, que se declara su fan- hay que llevar a cabo aquellas acciones que te acercan a la felicidad, disfrutando del proceso de cada una de esas acciones y de encaminarte a dicha felicidad. Si uno vive de esta manera, sin caer en extremos, ni por exceso ni por defecto, sino sencillamente gozando de todo, aún cuando vengan desgracias -que vendrán, siempre vienen- serán más fáciles de sobrellevar.
Lo más importante para tener una buena vida es, pues, hacer aquello que te contribuye a tu felicidad.
PD: Qué densa me ha quedado la reflexión de hoy. A ver si el tema de mañana es un poco más ligero.





Deja un comentario