Reflexiones -psicotrópicas- sobre el trabajo todavía inacabado

Publicado originalmente el 3 de septiembre de 2010 por Carmen en Tukitina’s World con el título «Sueños y desvelos (III) o de la imposible huída hacia adelante».

El problema, y el motivo real de este desparrame de escritura compulsiva, es que me he visto obligada a levantarme de mi silla antes de tiempo y parar, momentáneamente, el goce y el disfrute que suponía dedicarme a lo que en realidad me apasiona. Pensaba –y es que soy tonta hasta límites infinitos y parece que nunca aprendo- que los problemas, penas, nostalgias e insomnios a destiempo vendrían cuando, terminada la novela, buscara a algún temerario editor que la publicara. ¡Ja! ¿He dicho ya que las cosas fáciles no tienen gracia y que si algo no conlleva un esfuerzo ingente en realidad no se aprecia en la medida que merece?

Pues eso, cómo iba a tener gracia algo que ha salido así, tan fácil, tan rápido. Cómo iba a apreciar mi “obra” si no ha supuesto esfuerzo alguno más que para los que me han aguantado durante los dos meses que ha durado mi desparrame literario. Era necesario un coitus interruptus, un puñetazo en la boca, una patada bien pegada en el culo, un quedarse sin oxígeno a cien metros de la cima… ¡Muy bien lector! Lo adivinaste, no la he terminado. Una otitis inoportuna –con su correspondiente reventada de tímpano, que si no carecería de gracia-, con un dolor que me lleva a retorcerme y chillar como una loca salvo en aquellos cortos espacios de tiempo en los que las drogas recetadas me mantienen en la inopia, volando y flipando más de lo normal, me ha levantado de la silla para llevarme, directamente y sin escalas, a la cama. En efecto, ahora escribo colocada –como una mona, una yonki de farmacia e inyección en el culete- y de ahí el motivo de lo larga y rarita que es esta entrada por capítulos…

Me he quedado a cuatro capítulos y un epílogo del final, unas 150  páginas, aproximadamente, de terminar mi flipada literaria. Y estoy desesperada, tengo mono, quiero terminar, escribir, desparramar, pero claro el dolor insoportable no lo permite y el colocón de las drogas legales no ayuda en absoluto a mi propósito. Lo sé, estoy exagerando, es cuestión de días, en nada estaré bien y podré seguir con mi delirio creativo como si nada. Pero, me cago en la hostia, no quería parar, quería terminar y a ser posible antes del inicio del curso y de tener que buscar curro para poder seguir comiendo, que mira, es un vicio que tengo lo de no morirme de hambre…

En fin, amarrada a la cama y en un viaje psicotrópico como en el que me encuentro, aporrear el teclado es el único consuelo que me queda. Y aquí estoy, tratando de animarme pensando que esta interrupción inoportuna, en forma de pus supurante por mi oreja izquierda, no es más que lo que me llevará a apreciar el haber conseguido terminar mi novela antes de que empiece el curso y me vea obligada a ponerme a trabajar de cajera (que de periodista amargada a esta no la volveréis a ver, lo aseguro). Porque la terminaré… o eso espero, por eso lucho, por eso me desvelo y no duermo –más que cuando me pinchan, que entonces me quedo frita al instante, flipando en colorines-.

Quiero terminarla, deseo terminarla ¡Necesito terminarla! Y sí, lo he intentado, escribir con dolor e incluso drogada, pero no sale… Bueno, salir sale, ya he tirado a la basura dos capítulos enteros en los que me había poseído Corín Tellado mientras escribía colocada. No sale como yo quiero supongo que es la expresión más exacta. Ya… Lo sé. Qué espero, ser tan cojonuda como para poder escribir y encima hacerlo bien en estas condiciones. No. La verdad es que me hubiera conformado con que mi salud aguantarla el tirón hasta mediados de septiembre dándome opción a terminar mi proyecto literario…

Y ahí está el quid de la cuestión, lector que inexplicablemente sigues leyendo a estas alturas de la historia –larga y psicotrópica historia-. Seamos sinceros, que el mundo ya está sobrecargado de hipócritas, qué crees que habría opinado realmente esta menda de su desparrame literario en forma de novela una vez terminada. Pues, en efecto, que era una mierda, que no valía un duro, que algo que ha salido así, del tirón, sin problemas, es, necesariamente, un truño…  Pero, no lo dudes, habría llegado hasta el final del proceso para, una vez terminadita, corregida, encuadernada y seguramente también registrada en la correspondiente oficina para proteger unos derechos que sé de antemano que, dada la existencia de Internet, no tengo o al menos, no plenamente. Habría hecho todo esto antes de golpearme unas diez veces en la cabeza con el manuscrito –que, por cierto, a falta de sus capítulos finales y el epílogo, ya es un tocho de cuatrocientas páginas a doble espacio, arial 12- y me habría regañado por permitirme el lujo de soñar. Habría abierto el cajón de las cosas para olvidar y, con mucho cariño y una ligera dosis de rabia, habría tirado al fondo el novelón, cubriéndolo con otras vergüenzas e intentos de sueños varios, para jamás volverlo a tocar. Ya te lo he dicho antes, lector, la única palabra que se me puede aplicar es Gilipollas. Lo sé y lo admito y, a ratos, me esfuerzo por variar tan desgraciada circunstancia.

Ahora me toca, con todo el dolor de mi alma, de mi oreja y de todo el lado izquierdo de mi cara, dar las gracias a la maldita otitis que me ha apartado de mi silla, me ha amarrado a la cama y me ha sumergido en el viaje psicotrópico en el que me hallo –por cierto los colorines que veo molan un huevo y con música de coldplay es realmente flipante, si tenéis una otitis inoportuna no dudéis en disfrutar del colocón, que nada de malo hay en gozar del lado bueno que tiene el dolor insufrible,¿no?-.

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