Publicado originalmente el 3 de septiembre de 2010 por Carmen en Tukitina’s World con el título «Sueños y desvelos (I) o de la imposible huída hacia adelante».
Estoy plenamente convencida de que todos, absolutamente todos, incluso aquellos que lo niegan con fundados argumentos, llegamos a este mundo con una misión. No tiene por qué ser una misión importante, en apariencia al menos, ni tiene por qué ser algo sumamente complicado, es ni más ni menos que algo que tenemos que hacer mientras disfrutamos del gran lujo de estar en este mundo. Muchos seguramente mueren sin ser conscientes ni siquiera de que han cumplido esa misión que tal vez no sabían ni que tenían, otros, la mayoría, nos pasamos la vida luchando por esquivar nuestro cometido. ¿Cómo sabemos cuál es nuestra misión? Simple, ¿qué sueñas? ¿qué es aquello que más deseas del mundo? Y no, no estoy hablando de una tele de plasma más grande, un bolso de marca o del fulano/a que te ignora y tanto te gusta. Hablo de sueños de verdad.
Los sueños tienen tendencia a perseguirnos y nosotros, que a veces parecemos idiotas, nos pasamos la vida esquivándolos. Tenemos miedo, no nos atrevemos, queremos seguridad, creemos que no es para nosotros, que nunca lo alcanzaremos… Y parece una carrera, el sueño que te persigue chillándote que le hagas caso, que le prestes atención, y tú venga correr hacia no se sabe dónde, aunque, por supuesto, en el momento en que corremos creemos que tenemos mil razones de peso para hacerlo. Estos argumentos, sólidos e indestructibles para no enfrentar cara a cara a nuestros sueños, pueden ir desde el maldito recibo de la hipoteca, que oye, hay que pagarlo, hasta la familia y los amigos que te atan a un lugar como si su aprecio estuviera hecho con cadenas de acero. Al fin y al cabo, tanto da, son razones de peso, al menos desde el ángulo desde el que las miramos. Desgraciadamente, por lo general, tampoco miramos la vida frente a frente sino adoptando extrañas posiciones que hacen que la realidad que vemos sea parcial, en el mejor de los casos, y, en la mayoría de ellos, directamente distorsionada.
A qué viene toda esta reflexión. Evidentemente, querido lector, la menda que escribe, también tiene un sueño. Uno que me he preocupado de esquivar con habilidad durante tantos años como los que según mi DNI tengo. Soy un portento de la naturaleza, una verdadera atleta experta en carreras de obstáculos siendo los obstáculos mis puñeteros deseos y la carrera una huída hacia ninguna parte, un genio del “ahí no me meto”, “esto no es para mi” o del “mi banco tiene la manía de seguir cobrando los recibos en dinero y no acepta pagarés de sueños o deseos”. He aquí la mente práctica y racional más aburrida y absurda que ha parido madre. He aquí a doña “la vida es dura y esto es lo que hay” así que “para qué narices voy a intentarlo”.
En efecto no siempre he sido así, hubo una época, lejana como la prehistoria, en la que creía en los sueños. Por supuesto me ocupé diligentemente de arreglar ese pequeño defecto de fábrica e integré mis deseos en un plan global (eso da para otra historia, mi manía de hacer planes, seré capulla…) que me aseguraba –eso creía- el conseguirlos, amén de cubrir todas esas necesidades impuestas por la puñetera vida tan real, tan dura, tan jodida, tan cierta… Para darme un par de hostias, vamos, lo reconozco, es más lo digo yo y en mayúsculas: soy Gilipollas. No me quito ni una letra, son todas mías.
A estas alturas de mi vida, la realidad podemos decir que me ha enseñado algunas cosas –y las que me quedan-, por supuesto a base de bofetadas, que como todos sabemos es el idioma universal del mundo real. Vaya por delante que sé que nadie me hará caso, que la única manera de aprender la lección es recibiendo cada cual sus propias bofetadas, pero aún así allá van, las mías, resumidas y ordenadas por importancia:
1/ Nada es importante salvo estar vivo y la salud. Sin eso todo lo demás, directamente es imposible.
2/ El dinero es para vivir.
3/ La vida no es lo que puedes comprar/atesorar/acumular. Los bienes materiales NUNCA proporcionan tipo alguno de felicidad, aunque a veces lo parezca.
4/ De nada sirve el éxito si no tienes con quién compartirlo.
5/ De nada sirve tener con quién compartir si no hay nada que compartir.
6/ Te pongas como te pongas, al final, tendrás que acabar enfrentándote a tus miedos y a tus sueños, que, te cuento un secreto, son los mismos o están íntimamente relacionados.
7/ Nada es fácil, si lo fuera sería aburrido te cansarías y lo dejarías antes de empezarlo.
8/ El tiempo no existe más que en nuestra mente y en los relojes. En realidad la materia de la que está hecha la vida son –y esto, lector, es otro secreto- los sueños.
9/ El valor de un logro es directamente proporcional al esfuerzo que ha conllevado conseguirlo e inversamente proporcional a la importancia que – mira qué imbéciles somos- le damos una vez que lo hemos conseguido.
10/ Nada es imposible mientras haya vida y capacidad para soñar.





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