Publicado originalmente el 28 de mayo de 2010 por Carmen en Tukitina’s World.
El ser humano se mueve entre sentimientos extremos, o no se mueve. Hay una gran mayoría de personas, la masa la llamaría Ortega y Gasset, que directamente no se mueven, no sienten, no padecen. Simplemente están. Podría decir que me dan lástima, que menudo desperdicio tirar el tiempo así. Mentiría. Siempre he pensado que son los únicos que realmente conocen algo parecido a la felicidad. El resto, una minoría demasiado amplia, baila de un punto al otro de la escala de sentimientos. Del más bajo abismo al más alto cielo. ¡Qué suerte -pensará alguno- conocer el cielo!.No hay suerte, sólo dolor. Un segundo de cielo equivale a una eternidad en el infierno. Es tan remota la posibilidad de llegar a él que una vez que se consigue es evidente que no se repetirá con facilidad. Entonces ya sólo queda el infierno, lleno de dolor, de lágrimas, de sufrimiento y con suerte el alivio del purgatorio, donde el único dolor es la añoranza del cielo.
De esa minoría de sufridores eternos, aspirantes a llegar al cielo, desterrados del paraíso, inquilinos temporales del purgatorio, de entre ellos salen los genios. Hoy he conocido a dos. Mentes privilegiadas e increíblemente claras. Almas inquietas, brillantes, creadoras. Hoy los dos lloraban. Y hoy, por los dos, he llorado.





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