No hay mal que por bien no venga

Publicado originalmente el 3 de septiembre de 2010 por Carmen en Tukitina’s World con el título «Sueños y desvelos (IV) o de la imposible huída hacia adelante».

Decía, y continúo mientras el dolor/colocón lo permita, que me toca darle gracias a la otitis de los huevos que me tiene amarrada a la cama. Y debo darle gracias porque ahora sé que cuando pase el temporal desatado en el oído medio e interno de mi oreja izquierda voy a pegarme una maratón de esas tan mías –tan de los tiempos de exámenes y evaluaciones finales- de no dormir apenas hasta terminar lo que hay que terminar.

Sé que me costará un huevo y parte del otro terminar a tiempo los cuatro capítulos y epílogo que me faltan, que, mira, no es lo mismo hacer un trabajo de cincuenta páginas sobre el problema del ser en la filosofía contemporánea que darle al bolo contando una historia que te apasiones y encima que lo que dices sea creíble. El problema del ser, te lo aseguro, es cien veces más fácil –y aburrido-. Pero, con cojón y medio menos, sé que –salvo nueva interrupción de fuerza mayor inesperada- terminaré, con suerte, justo antes de que empiecen las clases o con suerte igualmente, pero de la mala, lo haré coincidiendo con el inicio de curso y mezclando el susodicho problema del ser con los personajes que han cobrado vida en mi mente, nada grave mientras termine dentro del mes de septiembre.

La gracia de la otitis, más allá del colocón gratuito para calmar el dolor, radica en que ahora mismo empiezo a plantearme de otra manera lo que he hecho durante los dos últimos meses y seguramente, que me conozco como si llevara toda mi vida conmigo, después del último sprint esa nueva percepción del asunto se verá incrementada. El esfuerzo y los problemas o imprevistos son lo que hacen que cambiemos el punto de vista y echemos una nueva mirada a lo que tenemos delante, sorprendiéndonos con lo que vemos. Así que, de irse al cajón de los sueños olvidados, nada de nada. Voy a luchar con todas mis fuerzas por mi maldito libro, por verlo publicadito, ahí todo mono, con sus tapas blandas y el tiquet del precio que algún capullo ha decidido pegarle en la contraportada.

Por supuesto, esta es otra historia en la que me tendré que embarcar después de recuperarme –espero que sea más pronto que tarde-, escribir lo que me queda, corregir, corregir, corregir y corregir mil veces más el manuscrito resultante de la primera vomitada y registrar el novelón en la oficina correspondiente. Por ahora os libero de los dolores y miedos varios que me provoca el mero hecho de pensar en el tema, que si lo pienso no lo hago, así que queda terminantemente prohibido darle vueltas en la cabeza a la cuestión.

Y, mientras los colorines flipantes del colocón que me acuna se acentúan, me despido resumiendo la moraleja de este post por partes, largo como un día sin pan o un matrimonio sin sexo:

1/ Haz lo que quieras, al final, la vida, con mejores o peores maneras, te pondrá donde te corresponde obligándote hacer lo que toca.

2/ Resístete y lucha cuánto quieras, lo único que conseguirás es no disfrutar del momento. Céntrate en lo bueno del ahora, lo malo seguirá estando ahí, tranquilo, recordándote lo perra que es la vida y, si lo miras como toca, la suerte que tienes de poder meterle mano de vez en cuando.

3/ No hay mal que por bien no venga… sea quedarte en paro, que te peguen metafórica una patada en el hígado o una otitis furibunda. Hay que joderse, pero al final una llega a la cuestión de que TODO pasa por algo…

4/ Persigue tus sueños o corres el riesgo de que sean ellos los que lo hagan y cuando te atrapen te peguen una santa paliza que no te deje hueso alguno entero.

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