Otra vez en mi burbuja, o el porqué de mi soledad

Publicado originalmente el 27 de marzo de 2011 por Carmen en Tukitina’s World.

Una y otra vez tropiezo con la misma piedra, que de cada día, por cierto, me parece más grande y ya no sé si calificarla como montaña. Todo se reduce, básicamente, a mi estupidez, pero, al menos en esto, no quiero dejar de ser estúpida: Tengo fe en el ser humano… Una fe que, en vista de las pruebas, parece inquebrantable, pues, por más palos que me den, una y otra vez, me expongo a recibir los mismos, y los recibo.

Si me explayo aquí contando mi experiencia, que, imagino, a nadie importa, es, ni más ni menos, porque en algún lugar tengo que hacerlo y los psicólogos, sinceramente, salen caros… Tengo un defectillo, bueno, más bien muchos, uno de ellos más incordioso que los demás: No sé callar, tampoco mentir ni disimular… Lo sé… cualquiera que lea esto dirá, mentirosa, todos sabemos mentir. Sí, cierto. Puedo hacerlo, pero cada vez que lo hago algo en mi interior se remueve, ese algo, que suele tener forma de bola, va creciendo y creciendo y creciendo. Lenta pero inexorablemente la bola consigue que, a causa de la incomodidad, mute mi cara y refleje cuál espejo lo que mi alma se calla. Finalmente, la bola explota y suelto, a lo bestia, lo que me he estado callando… Eso ocurre una y otra vez, por lo que, a día de hoy procuro evitar la situación y , si voy a decir algo, mejor hacerlo de forma pausada, tranquila y premeditada, que en plan explosión nuclear…

Me gusta respetar las opiniones ajenas, pero también me gusta que se respeten las mías y creo que el debate enriquece… Parece que soy la única que cree eso.  Una y otra vez me encuentro con circunstancias, más o menos absurdas, más o menos importantes, en las que, si no quieres ser apartado cual leproso o atacado cual acusado de brujería en la Edad Media, debes opinar igual que la mayoría o callar… Y ahí empiezan mis problemas, evidentemente.

Da igual que se trate del vestido de María, que es horrible, todos sabemos que es horrible, pero nadie lo dice, todos sonríen y María, la pobre, va hecha un adefesio, pero feliz; o que se trate de una opinión política o religiosa o incluso deportiva… Hay que opinar más o menos en línea con la mayoría -con la masa- o callar….

He observado que muchos, una aplastante mayoría, sobreviven callando, y de entre estos, los hay que callan por un lado, y después hablan por detrás, o insinúan veladamente, o hacen gestos, discretos siempre, que muestran su discrepancia. La actitud de los primeros, los que saben callar, la entiendo, e incluso la envidio, ¡la cantidad de sufrimiento que me hubiera ahorrado si supiera hacer eso! La de los segundos, en cambio, suele ser fuente de males.

Quisiera saber callar y disimular, pero no sé. Quisiera ser capaz de dejar de confiar en la ilusión de libertad en la que vivimos y dejar de creer que es posible debatir con la gente sobre ideas discrepantes, siempre que se haga con respeto, sin poner en juego una amistad o una relación… Quisiera ser capaz de, simplemente, vivir sin más, sin involucrarme, sin que todo lo que hago me importara más de lo necesario, sin necesitar que algo me importe para hacerlo… Tal vez, pienso, esta imposibilidad que me mata sea un castigo o una condena… Tal vez, sin más, es que soy idiota.

Alguien me dijo una vez que quiénes no son capaces de aceptarte cómo eres, aunque seas algo diferente, ni de dialogar sin aferrarse de antemano a sus ideas, no son dignos de llamarse amigos ni merecedores de tu compañía… Empiezo a pensar que ese alguien me quería mal, porque, desgraciadamente, como siga así, me voy a quedar más sola que la una.

En fin, qué voy a decir, más allá de lo de siempre: me quedo en mi burbuja particular, tomándome unas vacaciones del mundo y de la vida, retomando fuerzas, para volver a salir a fuera, seguramente, para volver a tropezar, otra vez, con la misma maldita piedra.

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