Viernes, 30 de agosto, es casi sinónimo de final de verano. Qué narices. Lo es. Para mí, lo es. Hasta el día ha amanecido medio nublado, como si supiera que esto ya se acaba, que pasó la tregua, que llegó el fin.
Aunque hay otro modo de verlo, por supuesto, pues, después de todo fin, hay un comienzo. Y no me vengáis con pamplinas de finales absolutos, pues sería lo único absoluto en este maldito universo de relatividad física y aleatoriedad cuántica. Seamos algo menos prepotentes y comprendamos que aquí, lo único absoluto, parece ser la ignorancia humana, revestida de arrogancia.
Me voy por las ramas, como siempre. Lo que quiero decir es que estoy de vuelta en Ibiza, en casa, y, tras este último fin de semana de vacaciones -de verano metereológico-, el lunes vuelvo al trabajo y, una semana después, a la universidad. Se acabó el receso.
Y no, mejor no me preguntéis sobre mis vacaciones de escritura, porque no quiero hablar de ello. Cuando pueda, si es que en algún momento puedo, ya lo haré. Pero el pasado, aunque sea estival, dejémoslo reposar en la memoria, que es su sitio.
Respecto al futuro, ay, amigos míos, el futuro… ¡Qué maldito miedo le tengo ahora mismo al futuro! Al inmediato y al de más allá. Aunque ese temor, a pesar de sentirlo como tal, es posiblemente pura inseguridad. No sé si seré capaz de tirar adelante con todo, ya sabéis, el trabajo, el proyecto de fin de máster, las asignaturas, la vida en general.
Pienso que me faltará tiempo y puede que también fuerzas. Pero, llegados a este punto, se me acaba el suelo firme y la única opción es saltar al agua y nadar. Nadar sin detenerme, como si no hubiera duda de que alcanzaré la siguiente orilla. Hay quien lo llama fe, yo prefiero decir cabezonería.
Y después está lo demás, claro, que abarca desde qué, cómo y dónde escribo hasta el nombre con el que firmo. Y eso, me temo, también es inseguridad.
Pensaba que volvería del descanso más fuerte, más segura y mucho más convencida de todo y resulta que ha sucedido lo contrario. O, tal vez, solo tal vez, todas esas inseguridades y miedos de los que ahora soy tan hiperconsciente ya estaban ahí y he conseguido sacarlos a flote, ponerles nombre y rostro para enfrentarlos cara a cara.
En fin, que las vacaciones se acaban, que regresa la rutina, con sus idas y venidas, sus más y sus menos, y todas esas luchas, más o menos épicas, que enfrentamos cada día.





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