Escribo esta entrada a las 10:30 de la mañana del jueves 27, aunque no se publicará hasta mañana viernes a eso de las 15:00, creo. Nunca he sido buena para detectar cuál es una buena hora para publicar, quizás porque nunca se me ha dado bien eso de programar la publicación de contenido.
Y, que conste, considero que esto de poder escribir ahora y dejarlo preparado para que se publique en otro momento creo que es toda una ventaja de las herramientas digitales. Por ejemplo, en el caso que me ocupa ahora mismo: Mañana tengo que viajar a Mallorca porque tengo médico; pero, además, es no lectivo en la escuela, así que aprovecharé la escapada para almorzar con mis padres, ir de tiendas y pasear por Palma, que es algo que siempre echo de menos. El avión de ida sale sobre las 7:00 de la mañana y el de vuelta, más o menos, a las 23:00. Es obvio que no podré escribir una entrada en el blog. Poder dejarla programada para que se publique es, obviamente, una ventaja.
El problema es que una servidora es una escritora, digamos, visceral. Me gusta hacer las cosas en caliente y que los resultados lleguen al momento. Sé que es algo contradictorio porque se supone que la escritura, en especial de textos largos, es un proceso lento. No descarto que ese tic me venga de mis años de periodista, cuando todo tenía que hacerse para ya y pensar y escribir eran, necesariamente un mismo acto. Claro que también puede ser un rasgo de neurodivergencia y no estoy preparada para abrir ese melón -un reto detrás de otro, gracias-.
En todo caso, gran parte del sufrimiento que siento relacionado con la escritura viene con esa necesidad de actuar en caliente y tener feedback de inmediato. Y que conste que cuando hablo de feedback me refiero a ver el contenido publicado, soy así de simplona. Siempre he tenido claro que mi trabajo acaba ahí y que en el momento en que le doy a publicar empieza el del lector, si es que el lector lo desea. No seré yo la que meta las narices en la experiencia del lector, que es personalísima.
La cuestión es que cuando tengo que escribir una entrada como esta, para programar, me cuesta encontrar el tema -o incluso el tono-, y, a pesar de todo lo dicho hasta ahora, no sé muy bien por qué ni como ponerle remedio. Aunque esto no es algo que me preocupe demasiado en el blog, donde las entradas, al fin y al cabo, son más o menos independientes las unas de las otras. Donde este asunto se puede convertir en un verdadero dolor de cabeza es la publicación de historias seriadas, como en Wattpad o en Inkspired.
Para empezar, me cuesta muchísimo establecer una frecuencia de publicación y ceñirme a ella. Y sí, ya sé, es muy simple, date una frecuencia amplia y si escribes una nueva entrega antes de lo previsto, prográmala para que se publique cuando toca. ¡Ja! Parece que mi cerebro es incapaz de procesar esa información o de aceptarla. Es como si fuera un código que no comprendo. Y, sí, si queréis, os podéis imaginar a mi cerebro, todo repipi con unas gafas de pasta negra, delante de una pizarra con un esquema mientras explica: «Yo escribo cuando quiero y publico cuando lo tengo. Punto. No hay opción a nada que se parezca a «publicar después». ¿Qué despropósito es ese? ¿Por qué se publicaría después algo que ya está listo ahora? Y, por todas las neuronas de mi cortex prefrontal, por qué demonios tendría yo que ajustarme a un calendario de escritura o de publicación. Que se adapten, si acaso, los demás a mi ritmo».
Claro que también podemos interpretar todo este embolado como que tengo alma bohemia, o que, mi espíritu creativo es más amigo del caos que del orden -creo que, con esto último, estoy bastante de acuerdo-. En cualquier caso, y por útil que sea la opción esta de programar las publicaciones y lo mucho que facilite crear una audiencia lo de tener un calendario claro de publicaciones, creo firmemente que las plataformas de publicación de historias por entregas tendrían que añadir la opción «cuando le apetece a la autora» o «cuando las musas lo permiten» o cualquier ora análoga en la información sobre la frecuencia de publicación.
Y, me vengo arriba, y digo: Vale, puedo entender que un calendario lógico fiable atraiga a un público lógico y fiable, pero si yo no soy una persona lógica -y lo de fiable, en fin, ¿os he contado ya cuántas veces he despublicado mis novelas autopublicadas y cuántos blogs he tenido y borrado antes de este? Pues eso-, tampoco mis historias acaban de serlo y, asumámoslo, lo más probable es que mi público objetivo tenga de lógico tanto como yo -lo de valorar su fiabilidad se lo dejo al susodicho público-, no habría que tener en cuenta la opción que, quizás, lo más conveniente para la marca sea, precisamente, esa falta de lógica y fiabilidad, que, para darle un toque positivo, podemos llamar excentricidad. Quizás, digo yo, estaría bien hacer de la improvisación y ausencia de calendario un rasgo más de la imagen de marca…
Decidido, si la plataforma no deja la opción, en la descripción de mis historias, a partir de ahora indicaré en mis historias que la frecuencia de publicación es impredecible porque depende íntegramente de la influencia de los astros en la creatividad de la autora y en la disponiblidad de las musas. O algo así.





Deja un comentario