Siempre he pensado que mis blogs, de alguna manera, son un reflejo de mí misma, o, al menos, del momento en el que me encuentro. Y eso es así incluso cuando los abandono, sea por falta de tiempo o por dudas sobre mi vocación, mi camino. Al final, el silencio no deja de ser también una forma de comunicación.
Mi primer blog
Mi primer blog fue el fruto de un trabajo de la universidad. Creo que jamás agradeceré lo suficiente que aquella profesora, cuyo nombre no recuerdo, se empeñara en que aprendiéramos a manejar WordPress, en especial en un momento en el que, al menos en España, Blogger era de lejos la aplicación más usada para estos menesteres. Hasta recuerdo el disgusto de muchos compañeros de clase que no entendían por qué existiendo una herramienta mucho más sencilla nosotros teníamos que usar esa otra, más compleja…
A mí, personalmente, aquel trabajo me encantó. Me resultó fascinante la posibilidad de tener un sitio propio, tan a mi medida, en el que volcar todo aquello que puebla mi mente y que, hasta entonces, guardaba en cuadernos y carpetas. Y aquel primer blog, que solo tenía que ser un trabajo universitario, se convirtió en mi compañero inseparable. Desde entonces, siempre he tenido, al menos, un blog. Y, siempre, siempre, uno que fuera diario, personal e íntimo, sí, pero también donde volcar mis mundos y fantasías. Ese, el diario, ha sido siempre mi blog principal y los demás, a lo sumo, herramientas para un fin concreto.
Más que una herramienta
Pero mi blog, el de verdad, nunca es una herramienta. Su función principal no es darme a conocer, ni vender, ni crear comunidad, aunque, claro, soy humana, me encanta que ayude en todos esos aspectos. Pero mi blog es un extensión de mí misma y eso lo aleja de la idea de herramienta.
De tener una función, que no niego que pueda tenerla, sería la de válvula de escape, cuaderno de viaje y, a lo sumo, cuerda de seguridad que me mantiene en el mundo real cada vez que mi mente se adentra demasiado en ese peligroso mundo llamado fantasía.
Mi blog es una extensión de mí misma.
En cualquier caso, creo que es por esa naturaleza suya, tan particular, que al visitar mis viejos blogs, como estoy haciendo estos días, puedo ver con claridad el momento en el que estaba en cada uno de ellos. Y no hablo solo de los textos. Me refiero a las secciones, el diseño, las categorías, la frecuencia de publicación, el uso de imágenes… Son todos esos detalles los que hablan de la Carmen que escribía en ellos entonces. Igual que, me temo, este blog, habla de la Carmen de ahora…
Lo que dice este blog de mí
Eso me ha hecho preguntarme qué dice este blog ahora de mí, aunque, por supuesto, falta la perspectiva que da el tiempo para poder sacar conclusiones mínimamente válidas. Aún así sí puedo ver varias cosas, como que estoy decidida a volver a intentarlo, o de lo contrario no invertiría tanto tiempo ni esfuerzo en esta aventura. También que no quiero cortar en seco con mi pasado y todos aquellos intentos que no salieron bien, o no estaría rebuscando en los cajones y rescatando todo el material viejo que estoy trayendo a este espacio. Quizás también pensaría que quiero compartir lo que he aprendido, o no tendría una categoría dedicada a ello.
No sé qué más verá mi yo futuro cuando viaje en el tiempo y vea esto que estoy haciendo ahora, pero, con independencia de las conclusiones de esa hipotética versión futura de mí misma, por ahora, en este preciso momento, puedo decir que me gusta lo que estoy haciendo y cómo va quedando. Más que eso. Ahora este blog está siendo clavo ardiendo al que aferrarme cuando parece que nada más queda entero a mi alrededor y lo más importante, que es la salud, falla.
Lo único de lo que estoy segura en este momento es que aquellas clases de primero de periodismo en las que una profesora se empeñó en que aprendiéramos a usar WordPress son uno de los mejores regalos que he recibido en la vida, aunque entonces ni siquiera imaginara la importancia que acabaría teniendo para mí, porque, desde entonces, no concibo la vida sin blog.



















